12/17/2007

Navidad a lo Dior


I
"Queridas ultrafabulosas,
Soy cool. Soy insólitamente cool. A veces me miro en el espejo durante un largo lapso de tiempo sorprendido de mí mismo. Mi manera de vestir, mi manera de caminar, mi manera de saludar son antropológicamente cool. Y claro, si a este combo le agregamos mis lentes de sol Prada el resultado soy yo.
Nosotros los cool no nos preocupamos por nada (aunque esto ustedes ya lo saben). No sentimos culpa por nada. Vivimos en una especia de limbo donde reina la ironía. Pero hay que ser muy cuidadoso para no tropezar en este mundo que hace poco llamo mi hogar, porque el más mínimo desliz es castigado con penas eternas.
De verdad que no me quiero quejar ultrafabulosas mías (¿las puedo llamar ultris?), pero necesito desahogarme. Necesito contarles un problema. Se acerca la navidad y no se qué hacer. ¿La celebro o no la celebro? Ante este dilema solo puedo exclamar, como lo harían ustedes mis queridas ultris, "¡Oh, my Dior!".
Pero me estoy adelantando. Para entender este dilema debemos viajar en el tiempo y en el espacio. El viaje en el tiempo nos llevará un año atrás y el viaje en el espacio nos llevará a Caracas, Urbanización Los Ruices, un espantoso edificio llamado Irene, piso 18, apartamento 183. ¿Y para qué hacemos este viaje? ¿A quién nos conseguiremos allá? Pues a mí. Claro, a un mí distinto al que soy ahora. Es más, yo hasta diría que ese mí que era y este mí que soy no tienen nada que ver. Para que quede más claro aún usemos criterios burocráticos: el mí de hace un año en Los Ruices y el mí de hoy somos personas distintas pero tenemos las mismas huellas dactilares y el mismo número de cédula.
El yo de hace un año era un gallo. Usaba chemises por dentro de los eternos pantalones khaki. Llevaba zapatos tennis con media blancas. Y por supuesto sobre mi nariz reposaba un par de lentes de pasta negros. En fin, el propio gallo. Un día, bajando por el ascensor de mi edificio en ese interminable viaje (recuerden que vivo en el piso 18) hice algo que nunca había hecho. Me volteé y allí estaba yo mirándome y de repente vi quien era: el propio gallo. En ese instante decidí cambiar.
Me leí todas las revistas de moda, consulté todos y cada uno de los blogs al respecto (Dios las bendiga ultrafabulosas), vi a Paris Hilton una y otra vez. Poco a poco fue ocurriendo la metamorfosis. Ese espejo que se convertiría en mi aliado más importante reflejaba a alguien que me caía bien. Aunque no estaba acostumbrado a verme sin lentes (sin lentes de ver quiero decir, porque mis lentes de sol Prada nunca abandonan mi cara), con franelas por fuera, llevando las cosas que estaban a la moda me reconocía como lo que yo quería ser.
Pero poco a poco me fui juntando con gente como yo. Debo admitir que a ellos les costó un poco darse cuenta de que yo soy como ellos, pero mi perseverancia fue la clave del éxito. Hoy en día me aceptan. Pero tengo un problema ultris. He descubierto que nada se pregunta en lo que a coolness se refiere. La gente cool simplemente reconoce lo cool. Y de ahí mi pánico. La navidad se acerca y no se qué hacer. Si la navidad es cool y no la celebro entonces seré execrado, pero si la navidad no es cool y yo la celebro estoy perdido. ¡Oh my Dior! ¡Qué hago!
Siempre suyo,
Yo"

II
Compró un inmaculado sobre color marfil. Dobló la carta usando una regla de tal manera que los dobleces fuesen perfectos. Metió la carta en el sobre y se dirigió hacia la oficina de IPOSTEL que hay en La Castellana. Le pidió a la persona que lo atendía que le mostrase todos los sellos que tenía, ella lo miró extrañada. Él volvió a pedir los sellos. No se podía conformar con cualquiera, Para las súper fabulosas escogería algo retro. Un sello así como de los cincuenta, de esa época en la que todo era “cool”. Una época donde a falta de Carla Tofano, Titina Penzini y las Ultrafabulosas tenían a Pedro Estrada, que más allá de lo cuestionable de su opción moral sabía cómo vestir. Ahí estaba. Un sello de la escultura de José Gregorio Hernández que hizo la gran Marisol. Lamió el sello y se dio cuenta de lo amarga que era la pega. Pegó el sello al sobre, lo enderezó para que se viese bien y lo puso en el buzón.
Salió de IPOSTEL con su copia de “Morir de Glamour” de Boris Izaguirre debajo del brazo y caminó hacia el Centro San Ignacio. El libro parecía haber sufrido mucho debido al uso. Estaba subrayado, gastado y leído. Sin duda era un libro importante para Él. Se sentó en Café Olé y comenzó a leer. Pero concentrarse era complicado. Había que estar pendiente de quién andaba por ahí para saludar si era el caso.
-Y por sobre todo hay que estar siempre muy pendiente de lo que haces, de lo que pides en un local y de esas cosas.-pensó Él- No puedes estar en Café Olé y pedir un “conleche grande” o un “marroncito”. No. Tienes que pedir una “infusión” de alguna hierba rara que haya por ahí siempre mezclada con canela. Algo así como una infusión de extracto de bellotas con canela. Pero lo peor de todo. Pero lo que más me molesta, es que todo esto hay que hacerlo de tal manera que pareciese que no te cuesta nada. Que es algo natural. Ser “cool” no es fácil.
Y mientras se encuentra en uno de sus trances místicos acerca de lo difícil que es vivir, recuerda que se acerca la Navidad y que su status está en peligro. La última vez que estuvo tan cerca de desaparecer socialmente fue aquel día en que alguien le habló de una fiesta de un DJ que se llamaba Ferry Corsten y a él se le ocurrió preguntar quién era. Lo miraron de tal manera que tuvo que mentir y decir que sí sabia quién era.
-Ese día aprendí que pase lo que pase, tú siempre conoces al DJ. Y si tienes posibilidades de averiguar sobre él algo, el dato más importante es su puesto en el “ranking”. Una vez que lo averiguas tú le dices a la gente, “¿viste que viene el tercer mejor DJ del mundo?”
Si alguien le hubiese preguntado qué opinaba él, más allá de ser o no “cool”, acerca de la Navidad, probablemente la respuesta hubiese sido que tenía buenos recuerdos, que la recordaba con cariño y que sobre todo recordaba la sopa de pescado de su abuela, pues en su casa nunca fueron muy tradicionales en lo que a celebraciones se refería.
-Pero –siguió cavilando Él- no se trata de lo que me parece, sino de lo que es.

III
Él abrió el sobre. Sacó la carta. Se sentó en el suelo y comenzó a leer:
“Querido Tú,
¡Oh my Dior! Qué carta tan hermosa. Vas por buen camino Tú. Esa carta escrita a mano, en hermoso papel, en hermoso sobre con hermoso sello. Todo tan hermoso y por sobre todo… tan cool. Con respecto a la Navidad la cosa se puede complicar porque esa fecha está plagada de momentos y objetos tan pero tan cursis que cualquiera se puede confundir. Aquí te va nuestra guía:
1. Tú eres feo y nosotras no.
No tiene nada que ver con Navidad amigo Tú, pero no importa. Siempre es bueno estar claro en quién eres, quién es mejor que tú y quién no serás nunca. El secreto de ser feliz es conocer tu ubicación en la cadena alimenticia.”
Miró hacia la pared. Pensó y después de mucho pensar decidió hacer caso omiso de la primera recomendación.
“2. Cero ropa interior amarilla
Si te hacía falta este consejo estás mal. Muy mal. De lo last. Horrible. El amarillo es un color pavosisísimo, y además usarlo en la ropa interior un día en el que todo el mundo lo hace por razones pre-modernas como la suerte es tan pero tan last year.
Excepción a la regla: todo producto de las marcas Louis Vuitton, Prada, Dior, Carolina Herrera o afines (consultar lista) están exentos de esta regla.”
Miró a la pared. Pensó y después de mucho pensar usó su mano derecha para asomarse a su ropa interior y así verificar su color. No era amarilla.
“3. Thanksgiving siempre será superior a la Navidad.
Tú, esto es muy importante. La navidad es una fiesta menor en el calendario cool. Tienes que tender a fiestas de regiones lejanas, o misteriosas, o fiestas que celebren tus escritores favoritos. En fin, nunca debes ser ordinario. Nunca del montón.”
Mientras leía la carta Él cambiaba de semblante. La seriedad de sus gestos se acentuaba. Era posible intuir de los leves movimientos de la cara que algo lo molestaba o preocupaba. La certeza cedía su espacio a una confusión inédita.
“4. NUNCA compres cosas que están en oferta
¡Oh my Dior! Es insólito que tengamos que hablar de esto, pero por lo visto así es. Ni se te ocurra comprar ropa si el precio no es el que marcaba la etiqueta original. Este es un consejo genérico, es decir, puedes usarlo en cualquier época del año.”
Abrió las piernas sobre el piso, se apoyó en la pared, miró el techo y se quedó en esa posición durante un buen rato. Su mente estaba en blanco. No sabía qué pensar, no sabía qué decir. Para poder expresar los sentimientos, estos deben estar claros. Deben ser percibidos con claridad. Pero no era su caso.
“5. Y por último… CERO AGUINALDOS.
Qué música tan artificialmente alegre. Tan folklórica, tan de las masas, tan cotidiana, tan de lo last, tan quiero y no puedo. Debes tomar todos los CDs que haya en tu casa en los que haya algún aguinaldo, ponerlos en la batea, echarles kerosén y prenderles fuego.
Creemos que estos consejos son suficientes. Con ellos estás armado para triunfar en esa jungla que es el mundo cool. Y recuerda que por encima de todo debes ser natural, que parezca que no cuesta.
Tus amigas,

Las Ultris”

IV
Metió la carta en el sobre. Siguió sentado en el suelo meditando. Las palabras que había acabado de leer en esa carta que tanto esperaba retumbaban en su cabeza. Los consejos daban vueltas y vueltas por su cabeza. Y le dio por recordar.
Recordó la primera Navidad de la que tenía memoria. Él atado en el coche, su mamá sentada frente a él y toda la casa decorada. Este recuerdo era muy vago en todos sus elementos exceptuando en los sentimientos. Eso sí lo recordaba perfectamente. Una alegría infinita llenaba su corazón.
Recordó otra Navidad. La casa llena de gente. La abuela haciendo la sopa de pescado. Su mamá vuelta loca pegando gritos por todos lados con sus eternos nervios producto del deseo de que todo saliese perfecto. Más allá su abuelo leyendo. La mesa de los postres ya estaba montada y los olores inundaban la casa. De nuevo el recuerdo del sentimiento era lo más claro. Mucha felicidad.
Recordó otra navidad ya más reciente. En ese tiempo no vivía en Venezuela, por lo que Diciembre era la única oportunidad de ver a su familia cada año. Pero en esa ocasión el cielo decidió vaciarse de agua sobre Vargas y la venida a Caracas era imposible. Hizo todo lo posible, llamó a todas las agencias de viajes, llamó a todos sus amigos pero nada se podía hacer. El día 22 lo llamó su madre y le dio la buena noticia: había conseguido un pasaje para ir a Caracas que paraba en Lisboa y Varadero antes de llegar a Valencia para de ahí trasladarse en autobús hasta la capital. Esa navidad fue maravillosa. En medio de las desgracias de nuevo Él sólo se podía concentrar en la felicidad que había sentido al ver a toda su familia.
Recordó y recordó y recordó hasta que el recuerdo se fue transfigurando en otra cosa. El cerebro procesó todos los recuerdos y los convirtió en conocimiento certero. Él comprendió que lo mejor era tomarse un descanso del “cool”. Podría retomarlo al terminar la Navidad.
Fue a su habitación. Sacó la caja de zapatos del closet. La envolvió con el inmaculado papel que hacía meses había comprado (hay regalos que se merecen el mejor papel para su envoltura) y se dirigió a la cocina. Allá estaba su mamá limpiando frenéticamente. La miró a los ojos, le entregó el regalo y le dio un abrazo. Ella abrió la caja y salieron un deslumbrante par de zapatos negros. Por allá, por dentro del zapato y para cualquier ojo atento era posible ver la palabra “Dior”.
-Porque todos nos merecemos una Navidad a lo Dior.
Como respuesta a la despistada mirada de su madre, Él simplemente la abrazó. La abrazó fuerte. Muy fuerte.
Caracas, 2007.

4 comentarios:

Las UltraFabulosas dijo...

Dear Teacher:

¡Oh My Dior! Encantadas con su historia. Esperamos ver esa magazine apenas salga.

Kiss*Kiss,
Grets* y FeR.
Las "Ultris" ;)

P.D: We LUV your hair

Unknown dijo...

no estoy celosa.

Alejandrjosmelll dijo...

Excelente historia, me encanto, ayer domingo 23 la comencé a leer, ya que soy del Zulia y soy fiel a la revista Claro!, inmediatamente consulte tu blog, para terminarla de leer, simplemente magnifica tu historia, te felicito!!!!

¡ Oh My Dior!.=)

Anónimo dijo...

Muy buena Arturo, amena, fácil de leer y con mucho contenido crítico. Congrats...
fefe