9/28/2007

La crisis de identidad de Cocosette



Dedicado a Male y Jane, “Susy girls” irrecuperables y a Marianne, que si bien no come galletas me regala los Cocosette.


Las crisis de identidad son cosas íntimas y personales que a nadie afectan sino al susodicho criseado. Las hay de todos tipos: crisis de identidad sexual, crisis de identidad profesional, crisis de identidad personal, crisis de identidad a secas. Hasta aquí todo bien. Cada quien con sus crisis. ¿Pero qué ocurre cuando a un icono de la cultura le da una crisis de identidad y quiere parecerse a otro icono? Eso está pasando en Venezuela.
Todos los que hemos crecido en Venezuela podemos ser de dos tipos: los Cocosette o los Susy. Cada uno de nosotros tiene una cercana y casi pornográfica relación con estas galletas. O te gusta la una o te gusta la otra. Yo soy, sin duda, un tipo Cocosette. Y esto no es algo intuitivo o meramente sensorial. Yo les puedo dar razones de por qué me gusta más los Cocosette. Lo siento por los Susy Boys o las Susy Girls, pero ontológicamente hay razones para preferir el Cocosette:
1. Sabe a coco, que es uno de los regalos que los dioses nos dejó a los venezolanos (sí, ya se que el cacao también, pero eso sin leche y azúcar es amargo así que no se cuenta. Lo rico no es el cacao sino el preparado que se hace con él. El coco lo supera).
2. El relleno es muy blandito, lo que quiere decir que las galletas pueden ser separada e irnos comiendo la galleta por partes y de esa manera alargar el indescriptible placer que produce.
3. La galleta es morena y no parece un alemán tísico como el Susy.
Bueno, uniendo la idea del primer párrafo con el resto de esta entrara quisiera contarles de una horrenda crisis de identidad que le dio a Cocosette y que me lleva por la calle de la amargura. Me está afectando mucho y me pregunto, ¿hasta cuándo vamos a permitir esto? Recuerdo que Boris Izaguirre cuenta en ese delicioso libro que es “Morir de Glamour” una ocasión en la que se encontró a la señora que vendió Toddy a una empresa extranjera que a su vez le cambió el logo. Tan pronto como la vio la acusó de traición a la patria y de haberle causado un trauma irresoluble. Pues así ando yo.
La crisis de identidad de Cocosette comenzó un día en que mi amada galleta decidió que no estaba contenta con su tamaño. ¿A quién se le puede haber ocurrido que el Cocosette pudiera ser algo distinto a los eternos 10cm que siempre hemos disfrutado tanto? Pues bien, ella tuvo su crisis de identidad de altura y decidió cambiar. Se puso grandísima y encima decidió ponerse el pretensioso apellido MAXI.
Ok, hasta ahí aguanté. Pero la cosa anda mal. El imperialismo está penetrando nuestras fronteras a pesar de los intentos de nuestro adalid de la justicia tropical y líder de la Revolución Hugo Rafael. Amigos, quiero denunciar algo imperdonable. ¡¡Cocosette se quiere parecer a Oreo!!

Han sacado una espantosa galleta a la que llaman “Cocosette Sándwich” y que no es más que Cocosette disfrazado de Oreo. Esto no puede continuar. Tenemos que hacer algo. Hagamos una campaña. ¡¡No a la crisis de identidad de Cocosette!! Es más, exijo que se regrese al tamaño de 10cm de la Cocosette de toda la vida. ¡¡Ni un paso atrás!!

9/27/2007

El mundo pop de Quentin Tarantino (SI NO HA VISTO "DEATH PROOF" LE ADVIERTO QUE HABLO DE ALGUNOS DETALLES DE LA TRAMA)


Tarantino nació el 27 de marzo de 1963 en Knoxville, Tennessee. Cuando tenía dos años su madre se mudó a Los Angeles. Su primera vocación fue la de ser actor, por lo que decidió cambiar su nombre por de su padre biológico, pues hasta el momento había usado el de su padre adoptivo. En el año 1983 comenzó a trabajar en una tienda de alquiler de videos Manhattan Beach. Según el propio Tarantino este lugar fue su escuela de cine. El lugar donde lo aprendió todo. Esto hace que su gusto sea ecléctico y que vaya desde las más refinadas obras del cine clásico hasta las series de televisión o las películas de Kung-Fu.
Escribió los guiones True Romance y Natural Born Killers y que por falta de dinero para ser producidos dirigirían otros. Con el dinero que obtuvo de la venta de estos guiones, más una ayuda que consiguió para él Harvey Keitel logró dirigir Reservoir Dogs (1992), que lo convertiría en toda una celebridad en el mundo del cine independiente.
Pero la película que lo catapultaría a la fama sería Pulp Fiction (1994). Los medios de comunicación y los políticos conservadores inmediatamente salieron a condenar esta película por su exagerada violencia. Pero lo que más miedo les daba no era tanto la violencia en sí, sino la reacción de la gente a la película. A diferencia de las películas de Martin Scorsese, cuya violencia es terrible, real y cercana en este caso la violencia era llevadera, ficticia y lejana. Era un violencia que no producía ese efecto de disgusto y rechazo, sino que la respuesta típica de la audiencia era la risa.
El único fenómeno parecido a la violencia tal como la muestra el cine de Tarantino son las comiquitas violentas al estilo Tom & Jerry. Son productos audiovisuales violentos destinados a niños que a pesar de su alto contenido de violencia no produce el efecto del que hablábamos en una entrega anterior sobre Scorsese, sino que al contrario todos ríen. El origen de este efecto es el hecho de que la violencia en Tom & Jerry no tiene efectos reales. La realidad de la violencia audiovisual es medida dependiendo del efecto que esta tiene en el sujeto sobre el que se ejerce esa violencia.
En el caso de Tom & Jerry el efecto nunca produce la muerte, no hay sangre como resultado de ella y la víctima siempre termina igual que al comienzo sin un solo rasguño. Jerry le lanza un yunque a Tom desde la azotea de un edificio alto. El yunque cae sobre la cabeza de Tom, pero en vez de matarlo o hacerlo sangrar lo convierte en un acordeón que al moverse produce el sonido de este instrumento musical.
En el caso del cine de Quentin Tarantino ocurre lo mismo. En una de las más famosas escenas de Pulp Fiction vemos que Vincent (John Travolta) va en el puesto del copiloto mientras Jules (Samuel L. Jackson) conduce. En el puesto trasero va Marvin, a quien Jules se voltea a peguntarle algo con la pistola en la mano y el dedo en el gatillo. Por un rato vemos la pistola, la cara de Marvin y nos imaginamos que algo va a ocurrir. El auto cae en un hueco y por error Vicent dispara asesinando a Marvin manchando el inmaculado Cadillac blanco.
Estamos lejos del mundo de Scorsese donde las muertes eran productos de asesinatos con causas. Estamos lejos del mundo donde los asesinos tienen razones para matar y entramos ahora en el mundo de lo accidental. Una vez asesinado Marvin comenzamos a entrar en ese extraño mundo donde los efectos de la violencia no son los mismos del mundo real. Jules se voltea y comienza a gritarle a Vincent por haber manchado el carro. En ningún momento se habla acerca del hecho moral de haber asesinado a alguien. Todo el tiempo se habla de limpiar el carro y de hecho, cuando aparece The Wolf (Harvey Keitel) toda la trama fluye en torno al hecho de limpiar el carro y limpiarlos a ellos. La sangre en las películas de Tarantino no es, como habíamos visto en el cine de Scorsese, algo que limpia sino algo que debe ser limpiado.
Tarantino aleja siempre su violencia de la realidad y se sumerge más bien en una violencia ficticia que tiene un propósito meramente estético. “Para mi la violencia es un asunto totalmente estético. Decir que no te gusta la violencia es como decir que no te gustan las escenas de baile en las películas de Minelli”.
Este alejamiento de la violencia real hace que los espectadores presencien la violencia desde un puesto de seguridad donde sabe que lo que está viendo es ficticio y que no le puede hacer daño. El humor al estilo Tom & Jerry y que ya vimos cómo usa en Pulp Fiction se repite en Kill Bill I y Kill Bill II donde podemos ver escenas como la que ocurre en el bar “House of Blue Leaves”, donde haciendo uso de una exagerada coreografía kung-fu vemos cómo La Novia (Uma Thurman) logra derrotar a más de doscientos guerreros dejándolos a todos tirados en el piso. Este uso coreográfico y exagerado de la violencia de nuevo nos hace ver que esta es irreal y que estamos seguros. Que no hay nada de qué temer.
La nueva película del enfant terrible de Hollywood, Death Proof (2007) deja esta seguridad muy clara. Aquí, como en ninguna otra de sus obras, vemos la intención de Tarantino de hacer que los espectadores se sientan seguros. En este caso desde el nombre (que traduce “A prueba de muerte”) vemos la intención de la que hablamos.
La trama es sencilla. Stunt Man Mike (Kurt Russell) lleva a muchachas en su carro y les explica que es un carro especial. Que su trabajo es doble de cine y que por lo tanto está diseñado de tal manera que pase lo que pase es imposible que mueras. Que es un carro “a prueba de muerte”. Pero lo que las mujeres no saben es que el único puesto desde el que se puede disfrutar este privilegio es el del conductor. Stunt Man Mike disfruta chocando el carro en aparatosos accidentes en los que no puede morir. Desde el puesto de absoluta seguridad puede presenciar de primera mano cómo las muchachas son destrozadas por el accidente sin tener que sufrir con ese hecho. Es el puesto perfecto. Es el puesto que construye Tarantino par que desde él veamos todas sus películas.
Pero además de la violencia debemos recordar que el cine de Tarantino es lúdico. Ver las películas de este artista es pasar un buen rato. Este es uno de esos directores que ha logrado rescatar el placer de ir al cine sin comprometer su integridad de artista y sin tener que hacer productos de baja calidad para una audiencia masiva. Es un artista que tiene su mano puesta en el pulso de sus espectadores. Después del fracaso de taquilla que fue Jackie Brown (1997) logró salir airoso y recuperar su prestigio con la maravillosa Kill Bill. Ver una película de Tarantino ha sido y muy probablemente seguirá siendo todo un placer.

Uma Thurman: La musa de Tarantino


Desde que Uma Thurman hiciera el papel de la hermosa Mia Wallace en Pulp Fiction (1994) su imagen estaría inevitablemente unida a la de Quentin Tarantino. Si bien Thurman tiene una dilatada carrera como actriz más allá de su relación con este director, sus papeles más impresionantes y los que han quedado en el imaginario colectivo son los que ha hecho con Quentin Taratino. Mia Wallace y La Novia son personajes que ya forman parte de la cultura pop contemporánea y de lo que se llama el mundo del “cult film”.
La simbiosis que han logrado estos dos artistas va más allá de la simple relación actor y director. Si prestamos atención y vemos el nombre del guionista de Kill Bill veremos que es un misterioso personaje llamado Q&U y que no es otro que Quentin y Uma. Ambos escribieron el guión y este es un niño que debe a uno tanto como al otro. Inclusive el rodaje tuvo que pospuesto por algunos meses pues Uma Thurman quedó embarazada. El estudio y los financistas presionaron para usar otra actriz (después de todo en el contrato se especificaba que si ella quedaba embarazada acedía a no representar ese papel), pero Tarantino se negó. Para él no había otra opción y Kill Bill I (2003) y Kill Bill II (2004) le terminarían dando la razón. La Novia es un personaje creado por Uma para ella misma. Ela conocía sus movimientos, su tono de voz, su manera de caminar y respirar. En fin, ella era La Novia.
Cuando se le preguntó a Tarantino la razón de su empeño en que Uma hiciese el papel redpondió: “Era mi película ‘Joseph Von Sternberg’. Si fueras Joseph Von Sternberg, estuvieras a punto de rodar Marruecos, y Marlene Dietrich se quedara embarazada, ¿qué harías? ¿Rodarías con otra actriz? Por supuesto que no.”
Si bien no hay ningún proyecto anunciado para hacer en conjunto, podemos suponer que esta colaboración será larga y fructífera. Si usamos el símil de Tarantino acerca de la relación que ellos tienen y la de Sternberg/Dietrich y vemos que estos últimos llegaron a hacer seis maravillosas películas juntos nos damos cuenta de que lo más probable es que podamos disfrutar en el futuro más cercano de una nueva entrega de Q&U. Más allá de lo que depare el futuro, el presenta ya es suficiente para colocar a esta pareja como uno de esos dúos que están condenados a pasar a la historia.

9/12/2007

Reflexiones ingenuas acerca del poder



Eso de tener poder debe ser muy sabroso. Lo digo porque aquellos que lo ostentan raramente quieren separarse de él. Ahora bien, el poder es una cosa curiosa pues si bien todos sabemos que lo queremos, nadie puede admitir que lo quiere. Es algo así como u a especie de mala fe generalizada.
Si alguien demuestra que quiere poder o que quiere conservarlo entonces se jodió, porque todos emepazarán a verlo sospechosamente. Es por eso que se inventa eso de “No soy yo quien lo quiere sino mi gente” o “No, si a mi no me importa que no me renueven el cargo”. Yo de verdad que no entiendo cuál es el problema de admitir que a uno le gusta el pode. Supongo que es así como admitir que uno se masturba: todos lo hacemos, todos sabemos que todo el mundo lo hace pero si te preguntan dices que no.
Otra cosa que tiene el poder es que es igualito a la mierda: se pega. Aquellas personas que están con los poderosos en cierta manera son poderosos. Y mientras más cercano estés pues más poderoso eres y mientras más confianza muestres con quien ostenta el poder más poder obtendrás.
Siempre me ha pasado que he admirado a aquellas personas que logran hacer con facilidad lo que a mi me cuesta como comer sano, o hacer ejercicio o no echar tantos chismes. Pues si hay alguien a quien yo admire es a la persona que resiste la tentación de ejercer su poder de tal manera que se le note ese sentimiento de superioridad, de sentirse EL elegido, el que tiene poder porque tiene que tenerlo.
Por supuesto toda esta reflexión debe terminar con lo que yo llamo la “reflexión Emparan” y que se refiere a que toda reflexión sobre el poder siempre debe terminar con l aclaratoria del autor de que él o ella no quiere poder (se llama Emparan por aquel Capitán General de Venezuela del cuento del balcón en lo que hoy se llama la Plaza Bolívar en la que a las negativas del pueblo de que él siguiera ejerciendo su poder , respondió “No quiero mando”). Pues bien, lo digo: no quiero mando. Se los regalo. Soy muy flojo. Da mucho trabajo. Pero no soy santo, hay otras cosas que quiero, y que las quiero muchísimo. Pero acerca del dinero y de la fama hablamos otro día