6/25/2009

La Revolución se come a sus hijos. Primera entrega. Juan Carlos Monedero.


Juan Carlos Monedero es aquel español que muchos recordamos por haber insultado a Nitu Pérez Osuna y haber dicho un montón de incoherencias tanto en la televisión española como en Venezolana de Televiión. Pues bien, se le ocurrió la brillante idea de criticar lo que él llama el "hiperliderazgo" de Chávez.
Según Monedero, "el hiperliderazgo tiene una parte importante (...) que es capaz de enfrentar al Estado poderoso que impide que los pueblos se desarrollen, pero esa tutela extrema infantiliza a la sociedad, que termina (...) esperando que el líder lo solucione todo"
¿Y a que no adivinan qué? Pues Chávez se arrechó.
Afirmó ayer en Aló Presidente: "Hiperliderazgo mío ... yo les respeto su opinión ... pero vengan a discutirlo con el pueblo. ¿Dónde está mi hiperliderazgo? (...) yo creo que estoy haciendo el papel que me corresponde, y más bien creo que, en algunos temas, debería meterme más" Y también "¿Yo debería bajar mi liderazgo?, ¡Ah, eso es lo que quiere el enemigo!"
¡Ay Monedero! Tas pillao.

6/18/2009

La increíble historia de la Torta Bejarana


Faltaban pocos años ya para que Emparan fuera “despedido” de su cargo de Capitán General por el pueblo de Caracas, cuando por esas mismas calles y plazas se paseaban vendedores ambulantes que gritaban “¡La Bejarana¡ ¡Va la Torta Bejarana¡”. Esta torta, que llevaba el nombre de sus creadoras Magdalena, Eduvigis y Belén era famosa en todo Caracas hasta el punto de que era muy común escuchar: “¿Tú no has probado aún la Torta Bejarana?” La pequeña ciudad de treinta mil habitantes había sido conquistada por estas tres hermanas pardas (nombre que recibían durante la colonia las personas producto de la mezcla de blanco y negra).
Esta historia ha sido contada y recontada en textos de historia, literatura (Antonio Arráiz escribió un cuento sobre ellas titulado “No son blancas las Bejarano”) y hasta una Opera (Las Bejarano de Luis Morales Bance). Sin duda estas hermanas son reposteras ilustres de esta ciudad que no solo hacían postres de alta calidad, sino que llegaron a inventar una torta que es ya una especie en vías de extinción.
Debido a que en Venezuela no se sembraba el trigo y que la única manera de obtenerlo era comprárselo a España por cantidades de dinero muy elevadas, estas hermanitas crearon una torta que no requería el uso de la harina de trigo. El principio básico de la torta bejarana es el pan de horno rallado o desmenuzado el cual a su vez se hace de harina de maíz cariaco tostada y el plátano convertido en puré. Estos dos ingredientes junto al papelón y el ajonjolí le dan a la Bejarana ese sabor tan peculiar y caraqueño.
Se hizo tan popular esta torta que las Bejarano pudieron comprar “su blancura” con el dinero que habían ganado ya que en el año 1793 el Rey Carlos IV decretó la “Real Cédula de gracias al sacar” según la cual aquellos pardos que pudiesen costeárselo, adquirían los derechos de los blancos, por lo que obtuvieron el documento que rezaba: “Que se tenga a las Bejarano como blancas aunque sean negras.” Por supuesto los mantuanos no tomaron esto con mucha simpatía y empezaron a correr por la calle el corredillo que completaba la frase de la Cédula y que decía, “aunque negras sean”.
Más allá de su interés histórico la torta bejarana es un plato digno de ser rescatado del olvido, pero eso significa que debemos promover el uso del maíz cariaco o hacer como hizo el CEGA una receta alternativa con ingredientes fáciles de conseguir.

6/04/2009

La metafísica de los aires y las espumas


El gusto es un tema que ha preocupado a los filósofos por muchos años desde Platón hasta nuestros días ¿Qué es el gusto? ¿Por qué a las personas les gustan las cosas que le gustan? ¿Por qué algunos sabores parecieran ser universales (como el mango) y otros requieren que “aprendamos” a que nos guste (como el vino)?
Uno de los elementos comunes de casi todas las teorías estéticas es el hecho de que debemos distinguir entre aquello que apela a nuestro gusto y aquello que apela a nuestras necesidades. Una cosa es que te guste algo porque tienes mucha hambre cuando te lo comes y otra que algo te guste por su sabor. Así tenemos que según Immanuel Kant, “sólo cuando la necesidad ha sido satisfecha se puede distinguir quién, entre muchos, tiene gusto o no lo tiene”(1).
Es por eso que los aires y las espumas tienen una capacidad desde el punto de vista estético que la hace un alimento casi metafísico. Los aires y las espumas son puro sabor y no apelan a ninguna necesidad del ser humano. No las comemos por hambre, sino que su propósito primordial es ser una concentración de sabor. Si hubiese algo así como una “cocina pura” lo más seguro es que las viandas de este tipo de cocina se pareciesen mucho a los aires y las espumas.
Los aires y las espumas concentran su acción en el olfato y el gusto, pero a diferencia de la comida en sí no tienen sustancia que se pueda ingerir más allá del sabor. A veces pienso que los aires y las espumas son el equivalente de los fantasmas: no hay materia, sino pura esencia.
Si Jesús hubiese hecho la última cena en el siglo XXI, seguramente hubiese repartido espuma en vez de pan pues este es el alimento que mejor representa el misterio de la encarnación: aunque tus ojos te muestren algo no muy apetitoso (su materia), no debes concentrar ahí tu atención pues lo importante es la esencia (el sabor). Asemejando el “He aquí mi cuerpo” de Jesús, Ferrán Adriá podría decir hoy “He aquí el sabor”.

(1) Immanuel Kant, Crítica de la facultad de juzgar (Caracas: Monte Ávila Editores, 1991), p. 127.